viernes, enero 08, 2016
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Nos manipulan a través de la ficción
por Helena Vilafranca Martí

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Hacía tiempo que la idea me rondaba en la cabeza, pero no me determinaba a llevarla a cabo. Soy una chica normal, de 26 años y me gusta llegar a mi casa, subir a mi habitación, tumbarme en la cama y desconectar de todo mientras miro el capítulo de mi serie, a la que, hay que reconocer, estoy enganchadísima.

Y así, en la intimidad y privacidad de mi cuarto, durante aquellos momentos, quizá los únicos en todo el día de tranquilidad y reposo, voy absorbiendo todas las ideas que como católica rechazo.

A algunos les parecerá puritanismo, tontería, exageración, mojigatería.  Pero, lo cierto, es que a través de las series estamos aceptando como normales situaciones que antaño nos escandalizaban o, al menos, nos hacían sentirnos incómodos.

Poco a poco, ponemos el listón de lo que nos está permitido ver más bajo. ¿Por qué? “Porque esto lo veo en todas partes”; “porque a mí, francamente no me afecta”; “porque yo no peco, tengo una voluntad férrea”. O nos autoconvencemos de que somos tan conocedores del bien y del mal que al verlo lo reconocemos y lo rechazamos. Que esas ideas no calarán en mí porque tengo capacidad de discernimiento.

Pero no te das cuenta de que tu personaje preferido está realizando conductas moralmente malas, pecaminosas y, en la serie las están justificando, porque… “es tan mono”, “es tan guapo”, “en el fondo es bueno, sólo lo hace por amor”, “yo en su situación haría lo mismo”, etc.

Y no termina ahí. Nos “cuelan” un modelo de familia y de sociedad inaceptable. Los matrimonios nunca son felices, siempre hay infidelidades, en las que encuentran el verdadero amor; los sacerdotes acostumbran a ser personas duras, severas, que imponen penitencias y alejadas de la realidad; las personas piadosas que rezan y van a misa diariamente luego son las más miserables y egoístas, preocupadas siempre por el qué dirán.

Nos enseñan a ver como bueno y natural la donación de óvulos y esperma, la fecundación “in vitro”, los nuevos modelos de familia (padre-padre; madre-madre, madre soltera). Normalmente las familias geniales y divertidas son éstas y no la familia tradicional. Los homosexuales se presentan como almas atormentadas e incomprendidas, pero con un corazón generoso y que sólo buscan amar (sin excepción, SIEMPRE es así).

Los héroes no son perfectos, no siempre son buenos, tienen un lado oscuro. Los villanos, a su vez, encierran un corazón bondadoso, que alguien tiene que hacer aflorar. A menudo son malvados por culpa de algún trauma pasado que les hace ser así.

La lista de ejemplos podría ser interminable y acabaría por agotarnos, a mí que escribo y a ti que lees. Creo que con todos los que hemos presentado, la idea queda clara. Lo que quiero destacar en este artículo es que el criterio por el cual vemos o no vemos alguna serie, película o programa de televisión debe ir más allá de si contiene material sexualmente explícito, pues es precisamente en los mensajes ocultos y velados, y a la vez atractivos, donde se encuentra el principal peligro para nuestra conciencia, que previamente encandilada y adormilada, no cae en la cuenta de las cesiones que está consintiendo.

5 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo, por eso hace 15 años que tire la televisión a la basura, y solo dejo entrar en el jardín de mi ment y mi corazón, buena literatura, y una vez cada mes una película que edifique, generalmente antiguas pues las nuevas vehiculan tidas esa modernidad que deforma al hombre para convertirlo en lo que no es: un animal en busca de satisfacción de todos sus placeres sin limite, sin medir las consecuencias de una falta total de virtudes.

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    1. Pues hay más buenas y edificantes producciones cinematográficas de las que imaginas, y que esconden mensajes realmente buenos. Pero claro, si tiras la tele a la basura, puede que tus amigos, familia o hijos hablen de esas producciones y no te enteres de lo que hablan.

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  2. Tienes toda la razón. Es algo que vamos permitiendo y asumiendo, y vamos así abriendo la puerta a que nos vayan programando. No ya la tele, sino el coco.

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  3. Tienes toda la razón. Es algo que vamos permitiendo y asumiendo, y vamos así abriendo la puerta a que nos vayan programando. No ya la tele, sino el coco.

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  4. Hace años que no veo televisión y no voy al cine, y nada me ha pasado, al contrario, no tengo tiempo para aburrirme, cuando con la televisión me aburría tras estar viendo una serie tras otra, y no hallar que más hacer. No por que no tuviera que hacer, siempre hay algo que hacer, la televisión nos hace ociosos.

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