miércoles, julio 02, 2014
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por Carlos Ibáñez Quintana

Una tertulia televisiva. Todos los participantes cantan las excelencias de la monarquía constitucional. Uno de ellos, menos fervoroso que los otros, llama la atención y manifiesta que el “poder emana del pueblo”. Ninguno de los contertulios se atreve a decirle que no, que el poder viene  de Dios. Y pocos segundos antes uno de ellos había proclamado con énfasis “nosotros, los monárquicos”. 

Y nosotros nos preguntamos: ¿qué clase de monárquico puede ser quien no se atreve a defender que el poder viene de Dios? Que lo que viene del pueblo es la designación de la persona que ha de ejercerlo. Que un sistema monárquico responde a los deseos del pueblo, tan bien o mejor que un sistema republicano. Es el pueblo quien piensa que el sistema sucesorio de designación del gobernante es más útil que el republicano.

Que el poder viene de Dios lo dice la Escritura. Lo han defendido siempre los juristas cristianos que lo proclamaban como antídoto al despotismo. Lo ha repetido anteayer el Papa Francisco en su encíclica Lumen Fidei: “La fe (.....) nos enseña a identificar formas de gobierno justas, reconociendo que el poder viene de Dios para estar al servicio del bien común.”

No son monárquicos. Son hombres de la situación. Capaces de cantar las glorias y alabanzas de quien se sienta en el trono para dejarle solo cuando huye camino de Cartagena.

3 comentarios:

  1. y que clase de monárquico es el que no reconoce ningún Rey?

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  2. Y qué clase de monárquico reconoce a un cualquiera como rey?

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  3. Pues tan sencillo como el soltero que quiere casarse. Hasta que no encuentre a la moza apropiada no se casará. Los carlistas somos monárquicos, pero en estos momentos el trono de San Fernando está vacante, dado que el rey legítimo, de origen y de ejercicio, que todos deseamos no se ha hecho presente.

    Recemos porque venga pronto el rey que ha de venir.

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